FOTOGRAFIAR DEL NATURAL. HENRI CARTIER-BRESSON
Editorial Gustavo Gili, S.A. Barcelona, 2003
Conforme voy aprendiendo más acerca de los grandes fotógrafos, me doy cuenta de que suelen coincidir en algo: aparte de una mirada diferente para mostrar una historia, tienen una cosmovisión en la que integran una sensibilidad especial respecto al mundo exterior, con una creencia férrea en lo que concierne a cómo se relacionan la cámara y la técnica para el resultado final.
En el caso de Henri Cartier-Bresson lo tiene particularmente claro. Quería escapar de la perspectiva que se “aprende trazando líneas” en la escuela, como señala en su libro Fotografiar del natural, y para ello se embarcó en la aventura del viajar junto a André Pyere de Mandiargues, y por supuesto, su Leica. Leyendo diversos escritos suyos (Fotografiar del natural es una suma de diversas reflexiones en torno a la fotografía, pero también a la concepción del arte y sobre otras cuestiones vitales) he encontrado una característica suya que siento muy cercana a mí: Cartier-Bresson confesaba que “no sabía viajar”. Algo que choca en una persona que ha recorrido Moscú, Escocia, Francia, entre otros destinos…ah, sí, y algo de África. Lo que él quiso decir es algo que comprendo perfectamente, porque me ocurre lo mismo: “En cuanto llego a un lugar siempre siento el deseo de establecerme ahí para llevar la vida del país, en la mayor medida posible”. También señala que lo más revelador es “comparar un país consigo mismo, captando sus diferencias, e intentar descubrir el hilo de su continuidad”.
Esto conecta con la idea que he leído de la mayoría de críticos sobre que Cartier-Bresson es uno de los pioneros del fotoperiodismo actual, preocupado por captar la “vida real”, y la “fotografía de calle”. Leyéndole a él directamente, me doy cuenta de que, aparte de un hombre lúcido y poco presuntuoso, hacía gala de un fino sentido del humor. Por eso podemos leer que para él la fotografía no ha cambiado “salvo en sus aspectos técnicos, lo que no tiene mayor importancia”. Es algo tan básico para mí, que me alegra leerlo de alguien tan importante en el mundo de la fotografía como lo ha sido Cartier-Bresson. Fotografiar, para él, “es una manera de vivir”, lo que encierra el teorema de poner “la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira”. Por ello es tan difícil hablar de composición; él mismo lo reconoce: “Se compone casi al mismo tiempo que se aprieta el disparador”. Esto es, de forma intuitiva. Por supuesto que el fotógrafo tiene que saber cómo manejar su cámara, y qué recursos puede sacar de ella, pero ha de centrarse en pasar desapercibido, en “conseguir que se olvide la cámara y el fotógrafo”. Sobre todo, Cartier estaba en contra de la “fotografía fabricada”. Dece que la cámara fotográfica no es “un instrumento apto para responder al porqué de las cosas, sino más bien para evocarlo, y en el mejor de los casos, a su manera intuitiva, cuestiona y responde a la vez”.
Esto conecta con su “teoría” más influyente: el instante decisivo. De esa forma, Cartier-Bresson andaba a la búsqueda del “azar objetivo”. Señala que buscaba fotografiar “del natural, como si fueran delitos” los actos que veía en la calle. París fue, sin lugar a dudas, una de las ciudades que mejor le sirvieron para este fin. Cartier-Bresson, al igual que Barthes, confiaba en que la fotografía “es el único medio de expresión que fija el instante preciso. Lo que desaparece lo hace para siempre: de ahí nuestra angustia y la originalidad esencial de nuestro oficio”. Se plantea, al igual que el semiólogo, la espontaneidad de la expresión en el rostro, y por ende, su fugacidad. Una nota curiosa respecto a esto es cómo la complejidad de retratar va aumentando proporcionalmente al grado de intimidad: cuanto más conoces a alguien, más difícil te es retratar su “esencia”. Cualquier retrato te parece extraño, ajeno, como le ocurría a Barthes con las fotografías de su madre.
"Detrás de la Estación de San Lázaro", Henri Cartier-Bresson. |
Esta fotografía, “Detrás de la Estación de San Lázaro”, se considera la mejor muestra de la teoría del instante decisivo. Como señalábamos, Cartier-Bresson apostaba por la presencia íntegra del fotógrafo en lo que estaba ocurriendo delante del visor: cabeza, ojo y corazón tienen que estar enfocando a lo mismo, debemos, como fotógrafos, “estar” con todo nuestro ser en la foto. El instante decisivo no es sólo, como ocurre en esta fotografía, esperar el momento oportuno en el que el pie del personaje esté suspendido para hacer el disparo. Debemos ser conscientes de “todo” lo que ocurre en la escena: saber que detrás de la silueta hay un cartel de un circo, que conecta con el personaje haciendo un esbozo de una acrobacia. Es también “prever” qué impactará al espectador cuando éste recomponga la escena posterior, ya que está viendo que el personaje se mojará sin remedio. Como dice Cartier-Bresson: “Trabajamos en el movimiento, una especie de presentimiento de la vida. La fotografía tiene que atrapar en él el equilibrio expresivo”. De esta forma, “El tema se impone. Basta con ser lúcido respecto a lo que ocurre, y ser honesto respecto a lo que uno siente”.
De ahí que, en resumen, Cartier-Bresson confiese que nunca ha sentido “pasión por la fotografía en sí misma, sino por la posibilidad de captar –olvidándome de mí mismo- en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma”.
Toda una filosofía de la vida que plasma en sus fotografías. Una enseñanza que está a nuestro alcance gracias a que, además de por sus fotografías, podemos acercarnos a su pensamiento a través de sus propios escritos, lo cual se agradece. Leerle y conocer más de cerca su modo de entender la fotografía hace que te plantees lo influyente que puede ser una imagen, el impacto y la emoción que puede suscitar en el espectador. Barthes hablaba del “punctum”, un pinchazo que te transmitía una imagen y sobre el cual no podías tener control. Al menos como espectador. Pero como fotógrafo, siguiendo el “consejo” de Cartier-Bresson, se puede perseguir ese ideal, sabiendo captar el instante decisivo que cada escena requiere; complicado sí, pero no imposible. Y a sus fotografías me remito. Y todo lo consiguió, según él, por “estar atento a la vida”.
Me ha encantado este post,Barthes es de los que tienen una filosofía de vida muy parecida a la mía, va a ser cuestión de echarle un ojo a sus escritos aunque sean de fotografía y no me interesen mucho. Mis felicitaciones y muchas gracias por presentármelo. Un abrazo!!!!!
ResponderEliminarGracias a ti, José :D
ResponderEliminarLean a esta chica, Consuelo López, merece la pena :)
ResponderEliminar:D Mil gracias, Gabi!!
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